El Jerusalem Post publicó un reportaje sobre esa situación que, indica, ocurre no solo en Estados Unidos y que es difícil de creer se repita en Israel.
El trabajo periodístico se realizó en la prisión de Givon, en la región central del país, donde los gritos de niños jugando causan sorpresa.
En total esa cárcel alberga a seis menores de edad, cuya rutina inicia a las seis de la mañana con el pase de lista y concluye a las 21:30 horas cuando todas las celdas son cerradas.
Están sin amigos, sin un ambiente que los apoye, solo con su madre, los guardias de la prisión y los demás reclusos.
Marcy, nombre ficticio de la mujer nigeriana sin documentos que llegó a Israel en 2010, narra que cada noche sus cuatro hijos le preguntan la causa de estar en ese sitio. ¿Somos ladrones?, le preguntan.
Los cuatro niños nacieron en Israel, donde Marcy conoció a su pareja quien también estaba en situación migratoria irregular y fue deportado hace un año.
Apenas hace tres semanas la mujer nigeriana se enfrentó al dilema que le presentaron los agentes de migración que llegaron a su casa: la deportación o ingresar a prisión en custodia junto con sus hijos. Ella decidió esta.
Cada vez que hacen demasiado ruido, los guardias que les permiten salir de la celda los amenazan con regresarlos. Los niños no se han acostumbrado y me preguntan cuándo saldremos. Solo les respondo que muy pronto porque en verdad ignoro cuando, dice.
Junto a la celda de Mercy se encuentra la de una inmigrante de Etiopía encarcelada desde hace un mes y medio con sus dos hijas, de uno y tres años de edad.
Los carceleros israelies les dan caramelos, cereales y juegos a los niños. Dicen que ellos mismos tienen hijos pequeños.
De acuerdo a las autoridades de los penales israelíes, la decisión sobre la situación de estas mujeres y sus hijos no está en sus atribuciones, y recuerdan que la decisión judicial en este tipo de casos ha sido siempre la deportación.
Notimex
